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Diana Laurencich

No soy escritora, pero escribo desde que tengo uso de razón. Es lo que me mantiene viva. Además de mi hijo y algunas pocas cosas más. Hasta hace poco pintaba. Fueronveintreintaaños casi, exponiendo por todo el mundo. Alguien decía que Van Gogh hizo setecientas obras, pues por ahí andaré. Vendí acá y vendí allá. Ahora creo que me quedan unas doscientas , no creo que pinte más.

Siempre pienso que hay muchas profesiones para tener en la vida. No sólo una.

Yo comencé pensando que sería arquitecta. Pero por un desvío innato, entré en Bellas Artes y creí que era pintora. Hasta que escuché que alguien dijo: Ella no va a ser pintora, va a ser diseñadora o algo así. Pues bien, aunque mi carrera de pintora funcionó más allá de los 25 años, incursioné en la escenografía y me enamoré de los sets de filmación. Al tiempo debí partir y me olvidé los sets, las cámaras y los sinfines,las notas en diarios y revistas jamás alimentaron mi ego. Más bien alimentaban el de mis amigos, ya que para esa época los tenía a montones. Después, el mercado de arte se puso duro, ya no era tan fácil vender como antes: decidí estudiar marketing. Por supuesto ya a esta altura había trabajado limpiando casas, asistiendo a odontólogos, enseñando el español y alemán y todo un abanico de profesiones que me hacían sentir más humana. Jamás me sentí una elegida , jamás talentosa para algo en especial, sí feliz de trabajar en lo que me pintara, todo muta, todo pasa. Después del marketing tuve una época política, de meterme con colectivos de la calle, mujeres golpeadas y niños abandonados, fue enriquecedor el cara a cara con la realidad. Y al estar en la isla de Lanzarote, en España, un amigo vasco me empujó hacia el medioambiente...y ahí fue juntar todos los pedazos de todo y hacer un trencadis...esa maravilla que hizo Gaudí en el Park Güell...pero España no sólo me sumergió en el medioambiente gracias a este amigo, no...otro, Emilio Garrido, y una escritora argentina, Mori Ponsowy , me dieron el gran empujón, el que me decidió a ponerme las pilas para publicar lo que tenía escrito, en eso estoy, aunque mi vagancia y mi asco por las relaciones públicas pesen a veces más. Junto con la escritura volvió el cine. Y todo vuelve a empezar.

Por eso, cuando en los aeropuertos me preguntan por mi profesión, digo ama de casa.

Mucho más tranquilizador para los aduaneros.