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Noé Guadalupe Soto Leyva

Nací en Culiacán, Sinaloa, hace ya varios años. Por cosas de mi propio destino manifiesto, me anclé en el puerto de Ensenada, Baja California, hace otros tantos años también. La inquietud de escribir la heredé de nadie. Cuando transitaba mi juventud temprana, comencé a filosofar y a escribir esas ocurrencias grandilocuentes, pero no fue sino hasta que tuve hambre que escribí lo que, a mi juicio, es lo mejor que he dado.

Así es, cuando tuve a bien darle forma a mi obra prima, pasaba yo por momentos oscuros y de incertidumbre. Una cosa fea. Sin embargo, las letras estuvieron ahí otra vez, al igual que en mi juventud, para ser refugio y solidez en medio de la jaqueca. 

No me dedico, pues, a escribir libros; antes bien, me dedico a México. Para mí, no hay nada más grande que mi país; pero no soy cuadrado, si un italiano siente lo mismo por su país, yo le respeto, respeto su afecto por su tierra. Creo en un mundo en el que el respeto es un tensor de distancias, un mantenedor de relaciones, un coordinador de acciones.

Por lo tanto, si como amante de mi país tengo que escribir un libro, lo hago; si tengo que bailar en la calle, lo haré; si tengo que presentarme a las elecciones, lo haré; si tuviera que hacer una maestría, la haría, ¿con ello aseguraría para mi nación mejoría?, ¡ay virgen María!, ya lo sabía: que del canon me saldría.

Advierto que en esta, mi primer obra, no pude resistir al encanto de colocar un mucho de mí entre las páginas. Mis lectores deben de saber que las cosas buenas que agregué al personaje principal, son mías y son ciertas; y que de las cosas malas, ni me acuerdo.

Sin embargo, para ya no caer en esas tentaciones, debo anunciar que escribiré mi segundo libro pronto: será mi biografía. Y ¿por qué una biografía de mí, que soy una persona común?, porque considero que ya, llegado este punto de mi vida, hay cosas importantes que contar, cosas que preservar, cosas que profetizar.