Esta web, cuyo responsable es Bubok Publishing, s.l., utiliza cookies (pequeños archivos de información que se guardan en su navegador), tanto propias como de terceros, para el funcionamiento de la web (necesarias), analíticas (análisis anónimo de su navegación en el sitio web) y de redes sociales (para que pueda interactuar con ellas). Puede consultar nuestra política de cookies. Puede aceptar las cookies, rechazarlas, configurarlas o ver más información pulsando en el botón correspondiente.
AceptarRechazarConfiguración y más información

trivinci

Tensión

La cuerda parecía algo floja, sin embargo se tensó súbitamente cuando el pequeño piso de madera cayó de costado, empujado por sus descalzos pies. Siempre fue malo con las palabras.  De cierta manera, era también su forma de pedir perdón.

Agradeció que el tiempo le concediera su último deseo, y su ansiedad por desprenderse, fue tan breve como aquel ya antiguo último beso.

Miró su ego pender de la gruesa viga y a modo de epitafio, mentalmente apuntó:

«Acá te quedas con los restos de lo que fui, que, después de todo, eran casi nada».

Entonces dio un giro volteando hacia el sur, que sería desde ahora, su nuevo norte.

    -  Me llevo sólo unos cuantos afectos. Desde ahora viajaré liviano –se prometió, mientras descendía por las estrechas escalas del Olimpo decidido a salir a sembrar los mares -.

Del autor:

Trivinci nació viejo.

Curioso, un día le pregunté su edad.

     -   La que tú quieras creer –me respondió-. Es cuestión de fé.

 Sin embargo, creo que debe tener la suficiente para venir ya de regreso. Esto lo sé porque él asegura que su viaje tardó más de la cuenta.

Dice que el caminar por la cúspide del mundo, reconocido por el éxito –cuando no la fama-,  compartiendo el poder con poderosos y desafiando las asimetrías de lo establecido, lo sedujo más de lo necesario. Asegura que le importó demasiado la investidura de sus títulos y su antiguo nombre, imprescindibles para ascender al Olimpo. Que entonces le asignó más importancia a la meta que al camino y que al final de ese final, encontró más honor y lealtad en algunos adversarios que en quienes creyó sus amigos. Y entendió que eran las personas y nos sus ideas las valiosas. Que la ambición reposa más en la razón que en el corazón y que el tiempo dedicado a “la tarea” no compra el abandono de sus afectos.

Ese día se detuvo. Miró hacia adelante y vió más de lo mismo. Dio un gran suspiro y con la humildad de quien sólo habla para si, dijo:

  • Mi final está aquí. He tenido suficiente. No soy más de lo que soy… ¿o si? – se preguntó-.

Entonces se abrieron caminos, cientos de caminos. Suspiró nuevamente, sacudió todo el cansancio acumulado y comenzó a caminar en otra dirección.

Se que ahora se acompaña de los afectos.