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Alfredo Pérez González

Nací de pequeño y sin nada de ropa, y digo esto, porque fue la primera vez que una mujer que no fuera mi madre, me vio desnudo. Vine a este mundo en medio de la noche y en mi casa, bueno en la casa de mis padres. Eran tiempos aquellos en los que aun las mujeres parían en sus camas ayudadas por una matrona. Mi madre, que nunca fue exagerada, decía que pesé casi cinco kilos. Supongo que eso es mucho para un recién nacido. Dicen los científicos que es el niño quien elige el día y la hora en que nace, así que decidí que aquel 7 de septiembre de 1951 sería el día más feliz para este mundo y para mi familia, sobre todo para mi padre, que, después de tres niñas seguidas, deseaba un varón por encima de cualquier cosa. De aquellos primeros días no tengo ningún recuerdo y es que los niños tan pequeños no se acuerdan de nada. Y mejor así, no quiero ni imaginarme, si hubiese recordado aquellas enormes tetas de mi madre amamantándome cada poco, la clase de complejo raro que ahora tendría. Quizás sea por eso la dramática obsesión, inconsciente, de la mayoría de los hombres por unos pechos grandes.

Luego llegó la infancia y con ella el sarampión y las fiebres alucinógenas. Durante un tiempo crecí, pero muy poco y toda mi familia coincidía en que era muy bajito para mi edad y que me quedaría pequeño. Pues, a pesar de que todo este asunto del poco crecimiento lo hablaban delante de mí sin importarles en absoluto lo que yo pudiese sentir, no me acomplejé y debí decidir llevarles la contraria porque crecí adecuadamente, sin tener en cuenta sus malos augurios. Al poco tiempo, era el más alto de toda mi familia. Fuimos media docena de hijos, dos varones y cuatro niñas.

Mi relación con la lectura empezó desde muy pequeño, cuando en el colegio de los HH.MM. me inicié en el noble arte del catón y con la escritura, un poco antes, con el garabateo de las primeras vocales, de las cuales la que más me gustaba era la O. Desde entonces no dejé de escribir en cuanto se me presentaba la menor ocasión y lo hice en los árboles, en la arena de la playa, en los retretes públicos, en los pupitres del colegio? Hasta que un día probé hacerlo en un cuaderno y, oye, me gustó. Fue así como empezó mi historia personal y literaria.

He escrito y publicado dos novelas sobre el mismo personaje: Bad One y el caso del doble asesinato en el Támesis y Bad One y el caso de la momia del Museo Británico.

Además de un libro con la recopilación de parte de mis relatos cortos: Relatos del insomnio.

Si tiene alguna duda envíeme un e-mail a [email protected]

Visite la página del libro.

http://www.badone.es