Yo, Saray Carballo Piñeiro, soy una mujer rara. Por lo menos eso dicen por ahí. Ya antes, mucho antes, me culparon de lo mismo mi madre, la abuela Pilar, la tía Claudina, la prima Lola y un largo etcétera de mujeres raras de la cepa de las Piñeiro. Es que en mi familia la autocrítica no se practica. Y punto.
Tal vez sea un poco extraña, lo acepto. No cualquiera hace el Camino de Santiago discutiendo con su madre, confinada en una caja de castaño que a su vez viaja en la mochila peregrina entre bragas, calcetines, pastillas de chocolate y un sinfín de preguntas que jamás se permitieron en el sacrosanto clan de una familia desmembrada, enferma, llena de mentiras y crímenes inconfesables.
Es que las mujeres raras buscamos la verdad hasta debajo de las piedras. Por eso preguntamos. Siempre. Nunca claudicamos, jamás nos rendimos ni siquiera en las catacumbas de la muerte.
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El camino de las mujeres raras es una novela cruda, descarnada, basada en un hecho real. Y está dedicada a Ella, mujer rara y valiente, que supo transformar el dolor en el más puro amor.