Ya que no he podido entender a los Hombres,
recorto y coso pero no me sale un humano,
me dedico a las plantas.
La herborista.
Por JoaquÃn Badajoz
Cuaderno de la Herborista y La Costurera de Malasaña son caóticos libros de labores, un diario del diario, que serÃa algo asà como un hipertexto, asomarse al mundo a través de un laberÃntico queso gruyere: con una cara a La Mancha y la otra a NormandÃa. La costurera y la herborista intercambian oficios poéticos, son dos caras de una misma moneda; son los temas, los ambientes, los que varÃan, pero la furia es la misma. Donde la costurera escribe: He de tomar consejo de todos, la fibra rota, el paño ligero para confeccionar el lienzo que me arropará la eternidad, la herborista sacude la cabeza nihilista, se niega a hacer concesiones, responde: Ya que no he podido entender a los hombres, recorto y coso pero no me sale un humano, me dedico a las plantas. Aunque no hay que confundirse, no se trata de seres diferentes, ambas tejerán versos con la misma ironÃa, la irreverencia femenina que suele ser más transgresora y asexuada que la de muchos hombres cuando se tiene un temperamento volcánico y el demonio súcubo se deja habitar por varones. Persiste en ambas una obsesión por el paso del tiempo, la vejez como enigma, llegada de súbito: ¿Qué hice para envejecer/ sin conocer respiros Cada amanecer me arranqué la piel,/ maduré mi muerte, rompà con martillos/ la extraña jaula, corté las lianas y ahora/ no me pertenece este rostro/ que refleja el espejo., dice en Fin de los bellos dÃas, de Cuaderno de la Herborista (pág. 26). Pero dónde mejor se nota es en sus poemas estacionales, que alternan entre ambos libros: dedicados a los meses, la primavera, el otoño, la liturgia de las horas. El tiempo pasa en un pueblo triste que se escurre/ en el extremo. También la solitud, pero una soledad rebelde, de tonada y danza, revuela en sus páginas. Los hombres pasan amante de una noche cálida (pág. 26), adolescente de lengua de látigo (pág. 49), recios e idénticos como troncos desalmados por la tala: Los mancebos mostraban ramas/ de una dureza que modelaba/ el horizonte del árbol (pág. 36), escribe en Lo bueno de comer manzanas. Pasan los hombres y también los desengaños que sofoca impúdica la herborista: cerradas las piernas emito fuegos/ desde que pinto a un hombre,/ aunque nunca falte el dildo,/ el tildo y hasta el falo japonés/ en su caja decorada con un samurai (pág. 9, Abejones entretenidos) y la costurera zurce desconsolada: En una habitación llena de objetos,/ una silla vieja como mesa de noche/ un flexo torcido/ aunque no tengo el don de la conversación/ he escuchado muchÃsimas cosas./ Con ligereza de carrusel tocado/ por la indiferencia de los Hombres/ me asombra la cantidad de amigos/ prematuramente muertos/ de hambre y cosas peores (pág. 8, Desconsuelo de la costurera) La decepción de sus sujetos lÃricos, esas laboriosas y cáusticas mujeres de tijera y hacha, de herbario y cajón de sastre, trasciende el género. No es simple misandria, ese rechazo al hombre en minúsculas que sienten la mujeres despechadas, sino más bien misantropÃa, desencanto existencialista, espanto. Ante la falsedad del mundo, la costurera y la herborista se refugian en mundos inanimados, producen sus propias escenografÃas, insisten en sus faenas. Y esas manualidades encienden un espÃritu taumatúrgico, curan la fiebre, regresan como memoria replicada, de una manera tan intensa que la dictadura de cronos, el dolor y la soledad no acaban de borrar una sutil seducción, un encanto infantil, lleno de erotismo y rebeldÃa. La costurera y la herborista (y viceversa) se alimentan como Tamerlán, el gato de personal del Conde Cagliostro, de buena literatura; filosofando, más que asistiendo a los debates; luego zurcen y siembran, recortan y podan. Uno de los poemas que más me gusta de La Costurera de Malasaña que dicho sea de paso, es un feliz tÃtulo: la madrileña Malasaña encierra furia etimológica, un trágico bautizo y una conexión macabra entre Francia y España
La librería Bubok cuenta con más de 70.000 títulos publicados. ¿Todavía no encuentras el tuyo? Aquí te presentamos algunas lecturas recomendadas basándonos en las valoraciones de lectores que compraron este mismo libro.
¿No es lo que buscabas? Descubre toda nuestra selección en la librería: ebooks, publicaciones en papel, de descarga gratuita, de temáticas especializadas... ¡Feliz lectura!
Bubok es una editorial que brinda a cualquier autor las herramientas y servicios necesarios para editar sus obras, publicarlas y venderlas en más de siete países, tanto en formato digital como en papel, con tiradas a partir de un solo ejemplar. Los acuerdos de Bubok permiten vender este catálogo en cientos de plataformas digitales y librerías físicas.
Si quieres descubrir las posibilidades de edición y publicación para tu libro, ponte en contacto con nosotros a través de este formulario y comenzaremos a dar forma a tu proyecto.
La lengua roza el interior con violencia
en cada poro germina un cactus
que desciende del pubis a los pies
-con arbitrariedad estética de enredadera
busca comida para el mes-
Como si fuese un juego prohibido
echo a mano al reloj de preciosismo suizo:
la arandela nunca se traba
jamás un traspiés, exacta y aburrida.
Hay que renunciar- anuncian los médicos-
no reescribir textos, no dictar elegancias,
amputar los apuros, determinar
la palabra que condena.
Ser maligno, cortar el traje,
la apariencia, el destiempo,
añorar el hueco
para que ocurra la conversión
del humano en planta.
Morder el hueso que afirma a la columna
como un jeroglífico inocente.
El cuerpo aclimatado a genes contradictorios
al desamor que ovula en la vagina
- intruso océano, marejada
de órganos que destilan-
Asumir el riesgo, ahogarse en los tejidos
multiplicar células diferentes a la escritura.
Cuerpo atado a malvas fulminantes
a la absoluta nada de la sangre cuando cesa
de nutrir plasmas airados,
todo tan cercano y similar al acto de nacer.
Definirse, acurrucarse sin el estruendo
del corazón de madre,
hacer confianza a la natura,
ser semilla, pasar a vegetal
porque ha sucedido lo irremediable.
Destruye el miedo,
destruye esa neurona que hinca rodilla
saca pecho, desahoga tu ímpetu de huir.
Cuando tengas mi edad habrás aprendido
a cuidar los ataques estéticos, la rigidez excesiva.
Todo ha pasado como un trabajo de perros
drogados de vanidad y de ira.
Mantén la aristocracia: muestra piedad
por tu ruina de versos.
Eres solo la podredumbre que
quizás germine bajo el ojo
de esta humilde herborista.