Hay una pregunta que resuena en mi cabeza. Una pregunta que aflora como una lanza en el corazón de estas páginas y que inevitablemente nos expone a la más hermosa incertidumbre:
"¿El arte nos puede liberar?"
Hacia esa inquietud, y a través de ella, estos poemas transitan por distintas regiones del universo personal del escritor. El camino está sugerido por la huella de los escritores que dan nombre a cada capítulo. En ellos propone , no tanto un reconocimiento u homenaje, sino el señalamiento de un faro. Estos autores representan las guías de una búsqueda que se revela en el interior de su escritura. Una necesidad que queda especialmente explícita en el capítulo llamado Demián. Al invocarse a sí mismo resignifica a las demás voces, las invita a su mundo, las hace propias.
Dentro del recorrido poético, aparecen temáticas y obsesiones, la preocupación social, las contradicciones dolorosas de la política, la inevitable soledad, los laberintos del amor... A esos espacios nos convoca de forma cruda, real e irredenta.
"Todos fuimos un poema
Para pedir auxilio".
En esta marcha, la voz del poeta nos incluye, y nos sentimos en ese reconocimiento, sabiendo que habrá recompensa pero también habrá espinas. Que no hay amor que no duela, ni libertad sin lucha, ni poesía luminosa sin sombras.
Pero también nos invita a creer.
"Todos nos aprendimos un ritmo
para bailarlo con las estrellas".
Y también a pensar que la belleza, el compromiso y el amor pueden reinventarse al reparo de los precisos e imprescindibles instantes de arte que nos regala con su poesía.
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