Camiñano. Asesinatos en do mayor

Asesinato en do mayor es un libro que engloba las tres primeras novelas que el autor Santi Vives a escrito sobre Camiñano, un inspector de policía melómano, borracho y amante de su vespa, que desde los dieciséis años siempre le ha acompañado. Vives aficionado a la literatura, una vez retirado de la vida laboral, dedica gran parte de su tiempo a la escritura. El mismo nos confiesa, que duda mucho que estas novelas lleguen al gran público, pero a estas alturas de su vida (no sé si cierto o no) nos cuenta que no busca reconocimiento, sino tranquilidad, entretenimiento y esperar a otros mayores sucesos.  

            El autor ha leído con gusto a Vázquez Montalván y a Camilleri. El primero creó al detective privado Pepe Carvalho y Camilleri en reconocimiento a Carvalho dio vida a su comisario con el nombre de Salvo Montalbano. Vives quiere hacer un homenaje a ambos autores y por ello a su policía le llamará Máximo Vázquez Camiñano. Este no quema libros como Carvalho, porque en su casa solo tiene discos a los que ama hasta la extenuación, también odia el deporte y ni siquiera sabe nadar con holgura como Montalvano, ni aprecia la buena mesa como hacen sus predecesores policías, lo suyo es soñar y beber, sobre todo beber vino de su tierra donde se cultiva la bobal.

            El libro que aguanta entre sus manos tiene tres relatos aparentemente inconexos, algo que en realidad no es cierto. Con la muerte de “Silvia Elena Santos” el inspector tendrá que hacer frente a reticencias de sus superiores que le niegan seguir en el caso, circunstancias que consigue sortear con “el caso don Palmiro”. Por último en el relato “asesinato en el Mercado Central” parece que la víctima no preocupa a las autoridades y dejan al inspector trabajar con mayor libertad. Como pronto adivinará amigo lector, los hecho se desarrollan en tiempos de plena dictadura y las autoridades siempre desconfiadas, sienten la necesidad de vigilar e investigar a sus subordinados a veces más que a los propios asesinos.

Espero que terminen los relatos, con la esperanza de que al menos les haya entretenidom única pretensión según me cuenta su autor. En caso contrario siempre está en su derecho de olvidar el libro en un estante, regarlarlo a algún enemigo recomendado su lectura, o como hace Carvalho quemarlo, porque de momento no se contempla el poder devolverlo por muy decepcionados que queden.