La brisa

A finales del 2019 el autor de este libro de poemas cayó en una depresión. A trancas y barrancas vivió después hasta que vio finalmente la luz. En agosto del 2020, sumido en la tristeza, estaba sentado en una hamaca en la huerta de su casa. La brisa, la luz, los pajaritos, las flores, lo verde, el cielo, lo consolaban un tanto. De repente se fijó con más atención en un compañero habitual, un mirlo. Le nació casi sin pensarlo un poema. Tras él, poco a poco, nacieron otros. Son los que el lector tiene ahora entre sus manos, versos en los que el autor expresó, entre otras cosas, la esperanza que le proporcionaron esa brisa, esa luz, esos pajaritos, esas flores, ese verde, ese cielo… Desde entonces le ha quedado impreso en su alma un amor tal por la naturaleza, por la belleza de sus seres y sus cosas, que cae rendido por la admiración, el asombro, el sobrecogimiento. No sería así si no adivinase tras ellos a su creador, el Dios y Señor del universo. Y si no lo anhelase profunda, desesperadamente. También esto queda reflejado en los poemas de este libro, que se titula La brisa. ¿La misma que oyó el profeta Elías? “Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor. Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva” (1Re 9, 11-13).